Marty Ames
Universidad Nacional Mayor
de San Marcos. Lima-Perú
I. Introducción
En 1919, Augusto B. Leguía lanza su
segunda candidatura presidencial,
manifestando su interés de realizar una
“transformación” de la sociedad,
poniendo énfasis en la participación del
pueblo en el devenir de la sociedad y
una lucha abierta a aquellos que
expresaban intereses personales o que
constituían el grupo adinerado del país,
es decir, era un planteamiento contrario
al grupo hegemónico1
de ese entonces, por lo que
logró la aceptación rápida del pueblo.
Todo esto se dio a través de la “Patria
Nueva”, idea que plasmaba un conjunto de
reformas para llevar a cabo dicha
transformación2;
pero que al final estuvieron dirigidas a
un solo objetivo: lograr la
consolidación de Leguía en el poder a
través del apoyo de la mayoría de la
sociedad peruana.
Bajo este contexto y ante la demora en
el Congreso, de reconocer a Leguía como
ganador de la contienda electoral y por
ende, Presidente del Perú, lleva a cabo
Leguía un golpe revolucionario, el 4 de
julio de 1919, al Presidente José Pardo,
y asume el mando como Presidente
Provisional.
II. Patria Nueva: ¿Realidad o discurso?
Con Leguía, el 4 de julio de 1919, llegó
una nueva fuerza política, diferente a
la existente anteriormente, durante la
“Republica Aristocratica”3;
ya que se hablaba, de la regeneración
del Perú, de la convergencia del ideal
de un hombre y de la fe de un pueblo y
de que su conjunción había derribado a
la burocracia y al grupo hegemónico que
existía en ese momento; en otras
palabras, “Leguía sabía que había
necesidad de realizar un cambio. Para
llevarlo a cabo, era necesario alcanzar
el poder, y eso justificaba y daba la
razón al golpe revolucionario”4.
Esa fue su justificación para llevar
a cabo el golpe revolucionario.
Por ello, se demandaba una
“transformación” en la Nación peruana
para que se distancie de su estática
estructura, ajena a todo cambio e
indiferente a la realidad del país; y
pudiera, así, llevar a cabo una
restructuración en todos los ámbitos de
la sociedad peruana, bajo la consigna
del progreso y la participación de la
sociedad. No se podía construir una
“Patria Nueva” sobre sus antiguos y
tradicionales cimientos. Entre los planteamientos de
“transformación” de la sociedad,
aquellos que implicarían la aplicación
de la “Patria Nueva” estaban: la
reivindicación del indígena, la
participación de la clase media y del
campesino, la participación de las
provincias en el control del Estado,
definir nuestra demarcación territorial
y que se logró con Colombia y Chile,
respectivamente, etc.
III. La “Patria Nueva” y el Indigenismo
El gobierno que inició Leguía fue de
tipo populista, es decir, intentaba
llevar a cabo “un programa de
reivindicaciones populares”5;
que ayudara al proceso de
“transformación” que se pensaba llevar a
cabo y que implicaba, también, que
difiera de lo planteado por aquel grupo
hegemónico que lideró el devenir del
país durante la “Republicaba
Aristocrática” y que intentaba “ser
reemplazada por una política nacional
que prometía colocar el Estado al
servicio de las mayorías”6.
Por ello, Leguía consideró en los
planteamientos de la “Patria Nueva” las
necesidades de la población indígena del
Perú; lo que se expresó en el
surgimiento de un movimiento
indigenista, que exigía un mejoramiento
en sus condiciones de vida y que pueda
ser integrado en el desarrollo del país,
que sea un integrante más de la sociedad
peruana, que se le tomara en cuenta; por
lo que se “fue transformando al
indio de víctima en protagonista”7
a través de sus representantes, los
indigenistas, quienes resaltaron la
situación de marginación en la que
vivían los indígenas en el país.
Ante esta situación, una de las
iniciativas del gobierno se plasmó en la
Constitución de 1920, documento en el
que el Estado les da un primer
reconocimiento a la existencia legal de
las comunidades indígenas (Art.58), y
que declaró imprescriptibles los
bienes de las comunidades (Art. 41),
convirtiéndose en un arma fundamental
para la defensa de los derechos de los
campesinos8.
En el Parlamento tenían como
representantes, aquellos que se sentían
identificados con ellos, a
José Antonio Encinas (quien se cree que fue el que
redactó el artículo constitucional por
el cual se le da reconocimiento a las
comunidades indígenas); mientras que en
el Poder Ejecutivo tenían a
Hildebrando Castro Pozo, quien era
un estudioso sobre la
problemática de su condición de
marginación y explotación, buscando
alternativas para solucionar dicha
situación.
Una prueba de ese
interés del gobierno por la condición
del indígena es que se establece el
Comité Central Pro-Derecho Indígena
“Tahuantisuyo” (16 de Junio
de 1920) y que contó con el aval del
Jefe de la Sección Trabajo del
Ministerio de Gobierno, Hildebrando
Castro Pozo; teniendo como principal
función la de coordinar las protestas
campesinas, a través de su Comité
Central.
Otro tipo de iniciativa fue la planteada
por José A. Encinas, de
establecer comisiones que estarían
encargadas de recibir y tomar en cuenta
las quejas de los campesinos, lo que
generó expectativas erróneas entre
los campesinos ya que se difundió la
idea de que se iban a llevar a cabo
profundas transformaciones, como “la
confiscación de las tierras de los
latifundios y su reparto entre las
comunidades que habían sufrido el
despojo de su patrimonio”9.
Asimismo, en Lima se llevó
a cabo el
Primer Congreso Indígena (entre el 24 de
Junio y el 2 de Julio de 1921) teniendo
como resultado la aprobación de la
Declaración de Principios del Comité
Central Tahuantinsuyo; lo que le dio
fortaleza organizativa, al darle
carácter nacional.
Al mismo tiempo, surgieron
movilizaciones por parte de las
comunidades indígenas dirigidas a
aquellas haciendas que les habían
arrebatado sus tierras, reclamándolas
como suyas y pidiendo su devolución;
actitud que, en un primer momento
fue apoyada por el Estado ya que
“debilitaban la posición de los
terratenientes del interior, básicamente
alineados al grupo hegemónico”10;
pero que luego tuvo que intervenir y
“encuadrar a las poblaciones indígenas
en las estructuras tradicionales de
dominio”11.
Y para lograrlo, el Estado motivó la
creación del el
Patronato de la
Raza Indígena (mayo de 1922), que contaría con el
apoyo de la Iglesia católica al ser
presidido por el Arzobispo de Lima,
funcionando con Juntas Departamentales,
Provinciales y Delegaciones de Distrito;
todo ello con el objetivo de debilitar
al Comité Central Tahuantinsuyo y que
se logra también con la situación de
ilegalidad que comienza a tener
el Comité en octubre de 1922,
constituyéndose en el punto de partida
para su decadencia. Una expresión
de toda esta situación de conflicto,
entre la propiedad indígena y el
latifundio es la que manifestó el
ministro Lauro Curletti al decir que el
“Patronato no podrá destruir los
derechos de los grandes latifundios,
adquiridos, en conformidad con la ley, a
expensas de la propiedad indígena”12.
Asimismo es necesario mencionar que a
raíz de ese proceso de “transformación”,
surgió el Indigenismo, corriente
intelectual que buscaba, principalmente,
presentar al indio como protagonista de
su propia realidad y no como un ser
“creado”. O como dirían algunos:
“El indigenismo fue también entendido
como la construcción de una nueva
identidad nacional cuyo centro fuese la
cultura autóctona de origen precolombino
que había sobrevivido a siglos de
adversidad. En su versión más tibia, el
indigenismo rechazó al racismo, critico
los abusos de los gamonales, a los que
entendió como producto de la falta de
presencia del Estado en las haciendas
serranas, ignoró el aspecto económico de
la explotación indígena, y promovió la
generalización de la educación primaria
y del servicio militar obligatorio que
consideraron beneficiosas para los
indígenas. En su versión más radical, el
indigenismo fue un racismo invertido que
proponía la eliminación de las haciendas
como la solución al problema indígena.
Aunque el indigenismo se inició en la
literatura, su influencia se extendió a
la política, la pintura (Sabogal), las
ciencias sociales (Mariátegui), la
arqueología (Julio C. Tello) y la
medicina (Núñez Butrón)”13.
Dicho movimiento contó, indirectamente,
con el apoyo del Presidente Leguía al
dar sus discursos en quechua y proclamar
el 24 de junio como el Día del
Campesino(o del indio) con lo cual
buscaba un mayor acercamiento con la
clase campesina del país, incluso se
hizo llamar “Wiracocha”.
Por lo tanto, el indio constituyó uno de
los puntos de interés y de preocupación
de Leguía durante el Oncenio; pero
también se convirtió en un instrumento
político, al constituir la mayoría de la
población, y por ende, le garantizaba su
permanencia en el control del Estado.
Y dentro de esta perspectiva indigenista
y en su papel como expresión
intelectual, jugó un rol importante:
Julia Codesido, al tener al indio
como eje central de su temática.
IV. Julia Codesido
y su mirada indígena en el arte
Un medio de expresión que tuvo el
“indigenismo” fue a través de las artes
plásticas(pintura, escultura, grabado,
etc.), cuyo “fundador” fue José Sabogal,
quien no sólo se planteó el interés de
reflejar al indio en su realidad (en sus
actividades y en su problemática) y con
sus emociones; sino que aglomeró a un
grupo de jóvenes estudiantes, en la
Escuela Nacional de Bellas Artes, que
tenían el mismo interés siendo una de
ellos Julia Codesido(1883-1979), quien
tuvo el interés de reflejar a la mujer
indígena con realismo en sus diversas
actividades.
a.
Julia Codesido: Sus
primeros años
Julia Codesido nació en Lima el 5 de
agosto de 1883, siendo sus padres
Bernardino Codesido y Matilde Estenós.
Sus primeros estudios los llevó a cabo
en Lima, y posteriormente, su familia se
trasladó a Europa debido a las labores
diplomáticas de su padre, entre Suiza y
Francia; y en 1908 logra la familia
establecerse, debido a que su padre es
designado Cónsul del Perú en Liverpool;
y luego en 1913 se trasladan a Burdeos,
en Francia. Debido a todo ese periplo
que hace Julia con su familia, es que
ella tendrá un primer contacto y
conocimiento sobre la cultura europea,
interesándose en el arte europeo.
Regresan, ella y su familia, a Lima en
1918; y Julia toma la decisión de
adentrarse en el estudio del arte,
enfocándose en la pintura, formando
parte del taller del pintor Teófilo
Castillo. Con este primer paso, empieza
no solo su introducción en el ámbito del
arte nacional, sino que también lleva a
cabo un primer paso a un ámbito que
estaba restringido para la mujer, como
lo era las artes plásticas.
Es necesario tomar en cuenta, que cuando
Julia entra al taller de Castillo, el
ámbito artístico no estaba asentado en
el país, es decir, no se contaba con un
centro de aprendizaje sobre artes
plásticas y había la ausencia de
galerías para promocionar dicho arte
peruano.
Y por todo ello, la creación de la
Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA)
va a ser el primer paso para la
definición del ámbito artístico peruano
y Julia Codesido entraría a formar
parte de ello, como estudiante14.
b.
Julia Codesido: la
Artista
Cuando la Escuela Nacional de Bellas
Artes de Lima permite el ingreso de sus
primeros alumnos, en 1919, Julia
Codesido formaría un quinteto con Teresa
Carrillo, Elena Izcue[Pintura], Carmen
Saco[Escultura] y Beatriz
Neumann[Fotografía Artística], grupo
representativo del brote artístico de
las primeras mujeres ingresantes y que
formarían parte de la naciente Escuela
de Bellas Artes de Lima, subsistente
desde 1918.
Durante sus inicios en la Escuela
Nacional de Bellas Artes, Julia Codesido
tuvo la orientación de las técnicas
impartidas por Daniel Hernández, quien
estaba a cargo de la Escuela de Bellas
Artes de Lima, y del maestro José
Sabogal, que llegó a la Escuela como
profesor; pero luego de reconocer el
arte y la determinación socio-personal
de cada uno de ellos, Julia Codesido, no
siguió el influjo del maestro Hernández,
sino que influenciada por la perspectiva
de medio ambiente y su personalidad, se
inclinó hacia el camino opuesto, el de
José Sabogal15.
El ingreso en la Escuela de Bellas Artes
de Lima, como profesor, de José Sabogal,
uno de los pocos artistas considerado
dentro del grupo de los grandes
renovadores del arte contemporáneo,
impulsará en Julia Codesido una
motivación y justificación en la
creación y evolución de su obra
pictórica; y al mismo tiempo, debido a
la labor e iniciativa del mismo Sabogal,
se llevó a cabo la iniciación y creación
de un grupo, que con intereses y
preocupaciones artísticas comunes, dará
paso a la presencia de un movimiento
artístico nacional en el país. A raíz de
eso, y como un “pretexto” para ello,
Julia Codesido viaja por el interior
del Perú, siendo los Andes, Cuzco, su
lugar predominante; para llevar a cabo
“la búsqueda de un arte de raíz
americana. Lo primitivo, lo telúrico, el
espíritu mágico y simbólico”16
se plasmará en sus
obras, lo cual se irá fortaleciendo.
Inclusive, y como ella misma lo relata:
“fue muy importante el desarrollo
artístico-cultural de dicho centro con
el impulso certero y al día que le
imprimió Sabogal- en una oportunidad,
concurrió la Escuela a una exposición
internacional de pintura realizada en
París- obteniendo una medalla de oro.
Esto duró diez años, llegándose a formar
una corriente de arte propio, es decir,
inspirada en el propio ambiente, con
características de arte americano-
aparte de la tendencia implantada desde
atrás que seguía modalidades extrañas
brotadas de otros ambientes; semejante a
lo ocurrido en México, cuya trayectoria
admiro, así como a sus artistas, siendo
muchos de ellos mis amigos”17.
Para Jorge Falcón, “en la pintura
peruana Julia Codesido tiene-en lo
exterior- una presencia de longevidad y
de diversidad de expresión. Esto último
es, desde luego, más importante por
responder a instancias del ser. A las
propuestas de marcados estados
sensitivos y menos a las facultades
físicas necesarias para ejercer bien el
oficio”18.
Pero como ella misma también diría:
“siempre tratando de lograr el mayor
sintetismo- creo que en todo lo más
simple, lo más sencillo lleva la mayor
expresión- y pienso que la expresión
junto con la proporción dan el mayor
equilibrio y profundidad”19.
Al tratar de explicar su arte ella
expresa que: “Obedecen en veces a
emociones íntimas, otras son visiones
plásticas simplemente. Todas ellas sí,
van envueltas en atmósfera de sinceridad
y visión interior. Jamás he cedido a
concesiones de ambiente ni perseguido
notoriedad. Quiero la humildad como
terreno constructivo y aún considerando
esta ambición muy alta y no llegue a mis
alcances, pongo en ello mi empeño y
voluntad”20.
Su arte en este período, de influencia
indigenista (1925), se caracterizó por
el uso de “los colores (…) vivos, el
trazo (…) fuerte que remarca las
facciones indígenas, con los pómulos
angulosos, ojos grandes y fijos, con los
pupilas dilatadas. A esta etapa
pertenecen: Morena limeña, Las tapadas,
los grabados, en donde se constata la
marcada influencia de Sabogal, tanto en
la temática como en la técnica”21.
Y como ella diría: “el indio peruano
es para mí una revelación humana de
fuerza, resignación, paciencia y fe. Su
inteligencia ancestral es desbordante.
Un gran hombre de ciencia de nuestro
mundo intelectual que lo ha estudiado a
fondo, dice que se elevan sus virtudes a
un nivel respetable. Hoy mismo nos traza
enseñanzas sorprendentes, tanto en el
terreno práctico como en el científico,
espiritual”22.
Así lo plasmó ella en sus pinturas, como
un individuo con cualidades y virtudes.
Mientras que para René Metras, “desde
sus inicios, en la década del 20, las
obras de Julia Codesido nacerán
fundamentalmente opuestas a los
normatismos académicos, provocando en
sus primeras obras un despertar de la
gran verdad americana, vislumbrándose
una pintura apasionada, extraída de lo
más profundo de las entrañas de su país,
en especial genuinamente influida de las
más primitivas culturas prehispánicas;
una de sus primeras obras realizadas
entonces, fue un óleo dedicado a Simón
Bolívar, en donde la pintura exalta
los grandes gestos políticos militares
del inolvidable y humano libertador de
la América del Sur. Asimismo, plasma en
sus telas su gran amor hacia el pueblo,
su pueblo, evocado el cual, ya desde
niña y ya antes de que su trayectoria
humana se identificara con la pintura,
Julia Codesido había modelado figuritas
de barro o en cualquier otro material,
curiosos personajes que representaban
los tipos rudos de mineros o campesinos,
hombres hechos a la dura tarea de
ahondar las entrañas de la tierra, esta
tierra tan querida por la artista”.
En 1930 sería su Primera exposición
personal en la Academia Alcedo de Lima.
Luego, en 1932, lo haría en la Salas de
la UNMSM- Lima; y posteriormente, en
1935 haría su primera Exposición en el
extranjero, invitada por el Museo de
Educación en el Palacio de Bellas Artes
de México donde conocería y formaría un
lazo de amistad con David Alfaro
Siqueiros y Clemente Orozco,
representantes de la pintura social y
revolucionaria de ese momento. Asimismo,
entablaría una conexión de identidad y
amistad con José Carlos Mariátegui, a
quien le hizo un retrato, y con la
revista “Amauta”, durante los años
20-30(Amauta aparece en setiembre de
1926); siendo una muestra de esa amistad
la dedicación de comentario y páginas
que la revista de Mariátegui, “Amauta”,
le hace cuando ella presenta su primera
exposición. Luego participaría en
diversas exposiciones en el extranjero:
New York (EE.UU.), París (Francia),
Barcelona (España), Sao Paulo (Brasil),
etc.
Es importante mencionar también el papel
que desarrolló en el Instituto de Arte
Peruano, que luego formaría parte del
Departamento de Antropología del Museo
Nacional, con lo cual se obtenía el
respaldo, tanto académico como
económico, del Estado, al contar con
Luis E. Valcárcel como Ministro de
Educación, en 1946 y que actualmente es
el Museo de la Cultura Peruana. A través
de dicho Instituto, fundado en 1931,
José Sabogal y su “grupo” indigenista,
entre ellos Julia Codesido, pudieron
recolectar y estudiar todo lo relativo
al arte popular peruano; así como
exponer sus obras y objetos que iban
recolectando para poder comprender ese
arte popular. Su labor y contribución en
el arte popular fue reconocida en 1976
con la entrega del Premio Nacional de
Cultura, lo que constituyó un justo
reconocimiento en vida, sobretodo, a su
labor artística, ya que fallece en la
Lima de 197923.
Al hablar de ella no sólo se toma en
cuenta el apoyo que tuvo de su maestro
Sabogal y que bajo su tutela formó parte
del movimiento Indigenista de ese
entonces; si no también, y sobretodo, es
una digna representante del inicio de la
mujer en el arte peruano; así como, su
interés y preocupación en entender la
realidad, a través del indio y el arte
popular, del interior del país.
Entonces, cuando hablamos de
Indigenismo, dos palabras nos vienen a
nuestra mente, y que podrían resumir su
esencia: reconocimiento y
reivindicación del Indio, es decir,
que se le comienza a considerar ya no
como un elemento decorativo(con rasgos
ajenos a su realidad), sino más bien
como un integrante de la sociedad
peruana, al tener un rol participativo y
sobretodo, al presentarlo en toda su
realidad, con sus anhelos y problemas;
siendo mayormente reflejado en
expresiones artísticas como la pintura y
la literatura.
Pero con el posterior derrocamiento del
régimen de la “Patria Nueva”, bajo el
liderazgo de Luis Sánchez Cerro, en
agosto de 1930, se interrumpía el
intento de Leguía de continuar en el
poder y la búsqueda de participación del
indígena en el devenir de la sociedad
peruana haciéndolo participe de ésta. La
situación existente a la caída del
Oncenio y por ende de Leguía y sus
allegados, junto a una clase política
debilitada, favoreció el surgimiento de
un movimiento anti oligárquico desatado
en ese entonces; representado por el
Partido Aprista fundado por Víctor Haya
de la Torre, y la presencia de José C.
Mariátegui con su Partido Socialista;
pero los planteamientos del
“Indigenismo” seguirían vigentes no sólo
a través de esos movimientos anti
oligárquicos anteriormente mencionados
sino también a través del ámbito
intelectual teniendo como posteriores
representantes de ello a José M.
Arguedas, Ciro Alegría, etc.
Conclusiones
- Augusto B. Leguía al asumir el control
del Estado, planteó la aplicación de una
“Patria Nueva”, que consistía en una
regeneración, es decir, en una
“transformación” del pasado (República
Aristocrática); por lo tanto, el
triunfo político de Leguía en 1919
significó, nuevamente, la ascendencia de
las masas populares y medias, grupos
sociales que cuestionaban a la
oligarquía que tenía el control político
y económico del Estado.
- Una vez en el poder y siendo
proclamado Presidente del Perú por la
Asamblea Nacional de 1919,Leguía aplicó
los planteamientos de la “Patria Nueva”,
y en base a la problemática del indígena
se puede considerar: Amparo a la masa
Indígena, que pasó de ser una víctima a
un protagonista de la vida social y
política del País, lo cual se reflejó en
la formación del Patronato de la Raza
Indígena y la corriente Indigenista que
desarrolló en ese período; así como el
reconocimiento legal (en la Constitución
de 1920) de las Comunidades Indígenas.
- Al margen de su papel maternal y
doméstico, la mujer ha jugado un rol
importante en la sociedad peruana al
aportar su percepción y análisis de la
sociedad misma. En este caso, durante el
“Oncenio de Leguía”, tuvo el interés de
presentar al indígena de acuerdo a la
realidad de su entorno y reflejar sus
sentimientos de abandono y abuso por
parte de sus patrones y las autoridades,
siendo una representante de ello la
artista plástica Julia Codesido,
quien influenciada por su maestro José
Sabogal, empezó a retratar la realidad
de la mujer campesina e indígena.
Entonces, a través de su papel
intelectual y académico, la mujer estuvo
presente.
- Finalmente, es necesario mencionar,
que la producción artística de Julia
Codesido empezó a ser difundida a
partir de la década de los 30’s del
siglo XX; pero al margen de ello, no se
puede negar que su arte estuvo
influenciado por la corriente del
“Indigenismo” que surgió durante el
“Oncenio de Leguía” y lo resaltante en
el caso de ella, de Codesido, es que
tuvo el interés de expresar su
preocupación por la condición del
indígena, de convertirlo en un
personaje que integrara la sociedad
peruana, intereses que Leguía también
trató de plasmar en su segundo período
de gobierno, el Oncenio.
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Historia del Perú Contemporáneo.
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Cinco Discursos en torno a la Nación
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Fuente Documental
Leyes Legislativas, Anuario de la
Legislación Peruana: Años 1919-30.
Lima
Constitución de 1920,
Lima.
Internet
Julia Codesido,
www.wikipedia.com
18 Falcón. Julia Codesido.
1987, p. 31.